La velocidad técnico-táctica

La velocidad técnico-táctica: variable clave en el entrenamiento en el baloncesto, un artículo de Jorge Serna, presidente de la Asociación Aragonesa de Entrenadoras y Entrenadores de Baloncesto (AAEEB)

Este artículo es una versión renovada de un artículo similar que escribí para la revista de la Asociación Catalana de Entrenadores de Baloncesto (ACEB) que fue publicado en diciembre del 2021. Este artículo nace de una charla ofrecida en el Clínic de Sitges que organizó la ACEB el 27 de julio del 2019. Si alguien está interesado en la versión anterior, que no dude en contactar con la Asociación Aragonesa de Entrenadoras y Entrenadores de Baloncesto (AAEEB) aaeb2021@gmail.com para el envío de la versión original.

Durante el texto me iré refiriendo a entrenadores y entrenadoras indistintamente, igual que jugadores o jugadoras, pero, lógicamente, será extensible en todo momento y en todas las reflexiones, tanto al femenino como al masculino. Las ideas que propongo no tienen ningún tipo de distinción por razones de género.

Hace un tiempo que llevaba reflexionando sobre la cuestión de la dosificación del entrenamiento. Me formulaba las siguientes cuestiones: ¿Cuál es la dosis idónea de un entrenamiento?; ¿Cuál es la dosis idónea de un ejercicio en concreto?; ¿Cuándo deberíamos parar un ejercicio en concreto?; ¿Cuándo deberíamos concluir los entrenamientos?; y más preguntas acerca de lo que podríamos hablar de evaluación, control o cuantificación del entrenamiento. Mis reflexiones van a ir en esta dirección.

Tener un diagnóstico, un tratamiento y una dosificación

Cuando vas a un centro médico y la doctora o el doctor te diagnostican que tienes la gripe (no lo tomen como un caso real, es un supuesto) te receta algo tipo: descanso, mucho líquido y un paracetamol cada 8 horas durante una semana.  El paciente sale de la consulta y sabe exactamente el problema que tiene, el producto que ha de comprar en la farmacia, la dosis concreta que ha de tomar y el tiempo del tratamiento.

En cambio, en ocasiones, en baloncesto, las entrenadoras y los entrenadores (que seríamos el personal sanitario en la cancha) no tenemos muy claro ni el diagnóstico del paciente (puntos fuertes y aspectos de mejora de nuestros equipos y de cada una de nuestras jugadoras), ni su tratamiento idóneo; es decir, ni el producto (las tareas a utilizar para mejorar el aspecto del juego que necesitamos), ni la dosis idónea (el número de ejercicios y el número de repeticiones que tenemos que realizar, ni el tiempo de duración del tratamiento).

Y es una cuestión que, desde mi punto de vista, es de enorme interés. Tal y como el personal sanitario es experto en diagnosticar enfermedades y proponer tratamientos, las entrenadoras y los entrenadores deberíamos hacer lo mismo en nuestro contexto. Es decir, ser expertas y expertos en, en primer lugar, diagnosticar a nuestros equipos y a cada una de nuestras jugadoras y jugadores. Y, en segundo lugar, proponer las tareas de entrenamiento adecuadas para potenciar los puntos fuertes y trabajar los aspectos de mejora tanto para el equipo como para cada una de las jugadoras.

Voy a intentar poner algo de luz, de la manera más sencilla posible, a esta cuestión, con el objetivo de ayudar a las entrenadoras y entrenadores jóvenes que tienen las mismas dudas que yo tuve en su momento y que, por supuesto, sigo teniendo en no pocas ocasiones.

Hablar de dosificación es hablar de carga de entrenamiento

La teoría del entrenamiento deportivo (Bompa, 2016; Platonov, 2006; Verkhoshansky, 2001) habla de un concepto clave que es el de carga de entrenamiento. Este concepto podría interpretarse como el conjunto de estímulos que el deportista recibe en un entrenamiento alterando su estado inicial, con el objetivo de generar adaptaciones y, en consecuencia, mejorar su nivel de rendimiento inicial.

La carga de un entrenamiento se obtiene multiplicando el volumen de dicho entrenamiento por la intensidad del mismo, que es lo mismo que, multiplicar la cantidad (volumen) de entrenamiento por la calidad (intensidad) del mismo.

El volumen puede ser cuantificado de diferentes maneras: a) en tiempo (minutos, horas); b) en número de repeticiones realizadas (1000 lanzamientos a canasta, 300 saltos); y, c) el kilometraje realizado en un entrenamiento o partido. El volumen, es una medida importante, sin duda, pero sin su compañera de viaje (la intensidad), es una variable un poco bruta, imprecisa y, sin lugar a dudas, insuficiente.

Si tenemos el valor del volumen realizado y lo multiplicamos por la intensidad o la calidad a la que se ejecuta cada una de las repeticiones, tendremos una aproximación más precisa del estímulo del entrenamiento; ya que, a la información referente a la cantidad de trabajo realizado (cuánto hemos trabajado), incorporaremos la información de la calidad del trabajo realizado (cómo lo hemos realizado).

En el baloncesto, el volumen o cantidad no es difícil de medir. Tal y como acabo de explicar, lo podemos medir en tiempo de sesión, tiempo del ejercicio, número total de lanzamientos, número total de saltos, entre otras posibilidades. En cambio, la intensidad o la calidad, que desde mi punto de vista es la clave del entrenamiento contemporáneo, no es tan sencillo.

Una de las variables con la que podemos medir la intensidad de las tareas es la velocidad de ejecución con las que cada jugadora ejecuta dicha tarea. En este documento trataré de aportar cómo la velocidad de ejecución puede ser una variable a tener en cuenta para tener controlada la calidad (intensidad) de nuestros entrenamientos.

La dosificación desde la perspectiva de entrenadoras y entrenadores

En la actualidad, para cuantificar la carga de entrenamiento, hay ciertos instrumentos como pueden ser los GPS, los acelerómetros, los pulsómetros, entre otros, que dan información sobre la carga de entrenamiento y su posible efecto del entrenamiento sobre los y las deportistas. Esta información casi siempre es para especialistas de la preparación física o personal muy vinculado a la dimensión condicional o biológica del jugador (Serna, 2014).

Sin embargo, en este artículo me interesa la visión de las entrenadoras y entrenadores, y más concretamente, de aquellas y aquellos que no disponen de recursos para cuantificar el entrenamiento, ni profesionales de la condición física que le puedan asesorar. Estos entrenadores necesitan tener criterios para determinar cuándo la tarea propuesta debe finalizar porque ya ha tenido el efecto deseado.

Conocer la dosificación idónea significa conocer cuándo tengo que cambiar de tarea, cuándo tengo que otorgar un descanso para recuperarse del esfuerzo, o cuándo tengo que parar de entrenar.  Son dudas habituales que tenemos los entrenadores porque nos preocupa el efecto de la carga de los entrenamientos en nuestros deportistas.

Básicamente, necesitamos saber si estamos mejorando, nos estamos manteniendo o lamentablemente, estamos empeorando. Es interesante prestar atención a una buena dosificación que permita avanzar tanto en la mejora individual como en la colectiva durante la temporada y durante el transcurso de la carrera deportiva de las jugadoras y los jugadores.

El volumen en el alto rendimiento deportivo siempre va a tener que ser importante

Hay una cuestión que es importante aclarar en relación al volumen de entrenamiento y que no podemos olvidar. En el mundo del rendimiento deportivo de cualquier tipo de disciplina deportiva, para alcanzar la excelencia, se requiere de una cantidad importante de horas de entrenamiento.

En el baloncesto, la cantidad de horas destinadas al dominio del balón, a la mejora del tiro, a la calidad técnica y táctica del pase, a la memorización de los diferentes sistemas de juego, entre otras cuestiones; todo ello requiere de mucho tiempo de trabajo, es decir, requiere de un volumen importante (número de repeticiones elevado). Es evidente que entrenar 90’ tres veces a la semana es un volumen de entrenamiento insuficiente para el alto rendimiento.

Por tanto, para alcanzar el máximo nivel, tendremos que ser capaces de mantener la máxima concentración para poder aplicar la máxima calidad de ejecución posible durante muchas horas. Para lograr la maestría deportiva se deberá perseguir la idílica e imposible perfección, y no habrá otra manera de conseguirla que repitiendo las acciones un número muy elevado de veces.

Y una vez que alcancemos la imposible perfección, ser capaces de repetirla el mayor número de veces posibles, o al menos, las veces que demanda la competición.

Hablar de calidad es hablar de velocidad

Uno de los mayores expertos del entrenamiento deportivo de las últimas décadas, el Dr. González Badillo, escribió en el 2017 un libro titulado: “La velocidad de ejecución como referencia para la programación, control y evaluación del entrenamiento de fuerza”.

Tras una reflexión profunda llegué a la conclusión que la velocidad de ejecución también podría ser una variable clave para medir la calidad del entrenamiento en el baloncesto.

Es por ese motivo que baso la dosificación del trabajo en función de la calidad con la que los jugadores son capaces de ejecutar las tareas que propongo. Y, además, en función de la capacidad que tienen de repetirla. Por tanto, hablamos de dos cosas: a) perfeccionar la acción lo máximo posible; y b) repetirla tantas veces como sea necesario sin perder calidad.

En consecuencia, si hablar de calidad es hablar de velocidad, hablaremos de optimizar la velocidad de ejecución de cada una de nuestras acciones (sean individuales o colectivas) y, en segundo lugar, repetir dicha velocidad tantas veces como sea necesario sin perder velocidad, o perdiendo la mínima posible.

La velocidad en función de la orientación de las tareas

Yo distingo, a grandes rasgos, dos tipos de orientación de las tareas: a) Tareas orientadas hacia la mejora de la jugadora; y b) Tareas orientadas a la mejora del equipo.

  1. Tareas orientadas a la mejora de jugadora

En las tareas orientadas hacia la mejora de la jugadora se presta atención en la optimización de la persona. En este grupo de tareas distinguiremos las tareas de carácter relacional, emocional, físico-condicional, decisional y las de carácter más biomecánico o técnico.

En estas últimas, se focalizará la atención en la calidad de ejecución técnica de la jugadora o jugador. Prestaremos atención a la eficiencia de los movimientos y en la velocidad de ejecución en sus acciones técnicas. Eficiencia y velocidad de ejecución serán la consecuencia de una aplicación óptima de su fuerza aplicada.

En este contexto hablar de gestión óptima de fuerza no es más que hablar de eficiencia técnica. Técnica, fuerza aplicada y calidad de movimiento pueden ser interpretados como sinónimos. En este tipo de entrenamientos deberemos cada vez ser más eficientes en el movimiento y, en muchos casos, ser capaces de reducir el tiempo de ejecución, es decir, tirar más rápido manteniendo el nivel de precisión, aumentar la velocidad en un gesto técnico para sacar una ventaja sobre un adversario, aumentar la velocidad en el spot-up, realizar un step back o alcanzar una altura de vuelo importante en una bandeja. Serán ejemplos del entrenamiento de la velocidad técnico-táctica desde una perspectiva individual.

Obviamente, la velocidad de las acciones individuales está bajo el contexto del “timing” del equipo. Hablar del tiempo del equipo no es más que hablar de la velocidad del equipo. Por tanto, la velocidad individual estará al servicio de la velocidad del equipo.

  1. Tareas orientadas a la mejora del equipo

En las tareas orientadas hacia la mejora de los equipos se presta atención en la optimización de la interacción de los jugadores y las jugadoras. En este apartado, hablar de máxima calidad significa sincronizar en el mismo espacio y en el mismo tiempo la intervención de los jugadores dentro de una organización colectiva. Lógicamente, en los entrenamientos trataremos de ir aumentando progresivamente la velocidad colectiva sin perder sincronización y precisión.

¿Dónde enfoco mis ojos?

Hagamos lo que hagamos, mejorando jugadores o mejorando el equipo, siempre pongo MI LUPA en mantener la máxima exigencia en mejorar la calidad de ejecución.

Desde nuestra perspectiva, hablar de calidad será hablar de velocidad. Tendré que definir concretamente cuál es la velocidad de ejecución con la que, bien el jugador o bien el equipo, quiero que realice el trabajo programado.

Para que tenga sentido lo que voy a explicar, es muy importante concretar la velocidad de la ejecución teóricamente perfecta. Eso significa conocer el nivel de calidad (velocidad) con la que queremos que el jugador o el equipo ejecute la tarea propuesta por el entrenador. Y a partir de esa “repetición perfecta”, necesitaré saber cuánta es la pérdida de velocidad que estaré dispuesto a asumir durante el entrenamiento.

Es evidente que estamos hablando de un valor de velocidad subjetivo. No tenemos un radar que nos muestra la velocidad exacta en Km/h o m/s. Estamos hablando de evaluar la velocidad de ejecución mediante nuestra observación sobre la ejecución técnica de nuestra jugadora, y el conocimiento que nosotros tenemos de cómo debería ejecutarse dicha acción o la tarea propuesta.

Definir cuál es la velocidad óptima

En baloncesto, como en otros deportes de características similares (fútbol, balonmano, entre otros), al hablar de “máxima velocidad” siempre hablaremos de “velocidad óptima”. Se podría definir como la velocidad que permite resolver de la manera más eficiente posible los problemas que acontecen en el juego.

En los deportes colectivos hablar de velocidad no es hablar de la velocidad asociada a los 100 metros lisos, entre otras cosas, porque las limitaciones reglamentarias de la pista lo impiden. Además, las exigencias del baloncesto no son las exigencias del atletismo, ni mucho menos.

Hablar de velocidad es hablar de la relación del jugador con el tiempo y con el espacio, dos aspectos claves en el baloncesto. Pero no solo eso, ya que, desde el punto de vista de la ciencia de la acción motriz (Parlebas, 2001), el jugador de baloncesto tiene que gestionar cinco tipos de relaciones: a) La relación con el balón (móvil); b) la relación con el espacio; c) la relación con el tiempo; d) la relación con los compañeros; y, e) la relación con los adversarios.

En la mayoría de las ocasiones la velocidad en la toma de decisiones del juego no viene marcada únicamente por el jugador que ejecuta la decisión sino por el rival o rivales, los compañeros, es decir, por el contexto.

La única situación de juego en que esto no es así es en el tiro libre, donde el lanzador, siempre y cuando respete el reglamento, marca sus tiempos, es decir, decide su velocidad.

En el baloncesto, en algunas ocasiones hay que acelerar, en otras frenar, en otras cambiar de dirección, y en otras temporizar o parar el juego. En cualquier caso, hablar de velocidad en baloncesto, es hablar de gestionar de una manera inteligente la velocidad. En algunas ocasiones es una alta velocidad, para salir al contraataque, para defender un 1×1, para defender una línea de pase, para hacer una bandeja, para recibir un balón y tirar. Y en otras ocasiones es reduciendo la velocidad.

La pausa, la velocidad 0

Al hablar de la gestión inteligente de la velocidad tenemos que hablar de la pausa. La pausa o velocidad “0 “es una velocidad fundamental en el juego.

Cuando enseñamos a acelerar también debemos de enseñar a frenar, desde todas las perspectivas: física, técnica, y, por supuesto, decisional. El jugador debe aprender con qué objetivo frena, cuándo tiene que frenar y cómo (con qué técnica) lo hace.

En ocasiones, cuando quieres aumentar la velocidad en los entrenamientos, la gente se confunde y entonces ejecutan mal las técnicas, toma malas decisiones, comete errores de imprecisión y precipitación. Entonces, es muy importante entender lo siguiente: ejecutar a alta velocidad no es lo mismo que ejecutar “de prisa”. El concepto “ir de prisa” va asociado a algo que debe ser realizado con urgencia, incluso con precipitación. Nada que ver con la propuesta que se sugiere aquí.

Cuando el juego está alborotado, excesivamente descontrolado, el entrenador pide pausa, es decir, pide bajar la velocidad para mejorar el control. Para mandar un sistema de juego, en ocasiones, frenamos la velocidad momentáneamente para ordenar al equipo y después iniciamos la situación de juego correspondiente. O, incluso, en momentos finales de cuarto o de partido, bajamos la velocidad para que solo quede un lanzamiento y sea nuestro.

Por tanto, el entrenamiento desde la óptica de la velocidad en ningún caso es ir siempre a la máxima velocidad, sino que hablamos de una gestión inteligente de la velocidad para sacar rendimiento desde un punto de vista individual o desde un punto de vista colectivo.

¿Cuándo deberíamos parar los ejercicios de entrenamiento y por qué motivos?

Desde hace un tiempo, mi respuesta es clara a esta cuestión: yo paro los ejercicios o paro los entrenamientos cuando, por la razón que sea, hay una pérdida de calidad excesiva.

Definir pérdida de calidad excesiva no es más que perder velocidad de ejecución.

Y tendré que contestarme la siguiente pregunta: ¿Cuánta es la pérdida de calidad (pérdida de velocidad) que estamos dispuestos a asumir en un entrenamiento?

Siempre contesto lo mismo a esta pregunta, independientemente del tipo de tarea: en líneas generales, la mínima posible.

Es cierto que, en ocasiones, asumimos una pérdida de velocidad mayor por algún motivo en concreto. Pero, sin querer, en muchos casos, nuestros entrenamientos pierden una velocidad excesiva, es decir, pierden una excesiva calidad, y eso no lo recomendaría, prácticamente en ningún caso.

En general, no deberíamos de repetir excesivamente acciones de baja calidad o de baja velocidad o de baja producción de fuerza aplicada, que es lo mismo. No deberíamos repetir acciones de baja calidad o de una velocidad o fuerza aplicada por debajo de nuestro nivel mínimo, porque todo lo que hacemos en una pista de baloncesto tiene una memoria motriz.

Si al entrenar para la mejora de la jugadora entrenamos lento sistemáticamente, nuestros movimientos se acabarán enlenteciendo, nuestro sistema nervioso central se enlentecerá y nuestros procesos de toma de decisiones también. Si al entrenar para la mejora del equipo entrenamos lento y repetimos demasiadas veces la lentitud, nos convertiremos en un equipo lento. En ambos casos, desde mi punto de vista, es una mala idea, tanto para el equipo como para cada una de las jugadoras y jugadores. En 2022, es ir en contra de las demandas del juego y hacia su propia evolución.

Mi consejo es que no podemos permitirnos el lujo de realizar una mala repetición, una mala ejecución. En algunas ocasiones, bajamos la velocidad para poner el foco en un aspecto en concreto. Eso, sin duda, es bueno. Pero, estoy seguro que me entendéis de lo que estoy hablando. Estoy hablando cuando la calidad del trabajo no es la que el entrenador o entrenadora desea porque sabe que esa velocidad es menor a la que exige la competición. Y, por tanto, si entrenamos a una velocidad inferior de lo que exige la competición, estamos fuera del nivel mínimo competitivo.

Ejemplo: imaginemos que diseñamos una tarea de 3×3 continuo a toda la pista en el que los objetivos pueden estar vinculados a: mejorar el balance defensivo, presionar al jugador con balón y acosar las líneas de recepción.  En mi despacho programo un tiempo determinado: 5’.

Esos 5’, ese tiempo (volumen) dependerá de la calidad con la que hagan los detalles que tú quieres. Dependerá de la producción de calidad que tus jugadores son capaces de realizar en una situación en la que cada vez hay más fatiga.

Imagina que en el minuto 3 ya no llegan a defender, no presionan y no están respetando las pautas de tu modelo de juego colectivo, quiere decir que están perdiendo una calidad excesiva.

En este momento tienes que decidir: a) si sigues perdiendo calidad y continúas hasta el minuto 5; b) dar una pausa (micropausa) para respirar y continuar para ver si son capaces de repetir la calidad inicial; c) cambiar de ejercicio y descansar entre ejercicios (macropausa); o, d) cancelar el entrenamiento porque ya no pueden trabajar a la intensidad (calidad) exigida, ya has cumplido los objetivos de la sesión y haces un trabajo de recuperación.

En ocasiones, en el despacho de casa programas 5 y son capaces de alargarlo hasta 8’ y no te interfiere en el trabajo posterior (si es que lo hay). Y, en ocasiones, hay que parar la tarea en el minuto 3. O, incluso, esa tarea que habías programado inicialmente, ves que ese día en concreto, por lo que has observado en las tareas anteriores no van a ser capaces de realizarlas bien y lo que haces es cambiar de tarea.

Hay que entender una idea: siempre el tiempo está al servicio de la calidad. Lo que manda en este ejercicio no es hacerlo 5’ sino hacerlo bien el tiempo que las jugadoras o jugadores puedan. Si solo pueden hacerlo perfecto 3’ es mejor hacer 3’ buenos y parar que no alargarlo a 5’ y haber cometido errores importantes.

La programación del entrenamiento será una guía en el camino, pero la interpretación del profesional será clave para optimizar a las jugadoras y los jugadores.

Recordad que las tareas son los tratamientos para la optimización de las deportistas. Si observamos que no van a ser capaces de tolerarlas o ejecutarlas correctamente, vale más la pena trabajar otros contenidos.

Subir de categoría significa aumentar la velocidad

A medida que los jugadores van progresando en su nivel, el tiempo de decisión y de ejecución se reduce. Prácticamente hay una relación directa entre categoría y velocidad: a mayor categoría, mayor exigencia de velocidad; o lo que es lo mismo, a mayor categoría menor tiempo para tomar decisiones.

Pongamos un ejemplo relacionado con el tiro a canasta en un lanzamiento sin oposición a pies parados (spot-up).  Mientras que en 1ª Nacional desde que recibes el balón hasta que el balón sale de las manos del tirador puedes tener 1.5” para tirar, en Liga EBA tienes 1” y en LEB Plata 0.5”.

A mayor nivel, el tiempo para lanzar se reduce por diferentes motivos, algunos de los cuales son: a) la velocidad de los jugadores; b) el tamaño y la envergadura de los jugadores para puntear el tiro; c) la eficiente organización colectiva de los equipos rivales.

Por tanto, como hay menos tiempo para lanzar hay que aumentar la velocidad y eso supone, al principio, una pérdida de rendimiento. Es decir, suelen bajar los porcentajes de lanzamiento. Suele ser una fase de adaptación hasta que la jugadora se adapta a la nueva velocidad de juego.

La velocidad puede ir evolucionando con los años. Hay jugadoras y jugadores que, gracias a su experiencia, mejoran su velocidad cognitiva (lectura y toma de decisión) ya que mejoran su anticipación. La anticipación es una variable clave de la relación con el tiempo que ha de gestionar el jugador de baloncesto. Estas jugadoras expertas tienen tanta experiencia que saben lo que va a suceder antes de que suceda, por tanto, ya están preparadas.

Incluso hay personas que manifiestan poca velocidad individual, o la han ido perdiendo con una edad elevada, pero son capaces de hacer jugar rápido al equipo. Eso es increíblemente positivo, porque lo que realmente importa en baloncesto es que el equipo juegue rápido más que los jugadores sean rápidos individualmente. De hecho, hay jugadores muy rápidos individualmente pero que hacen jugar lento al equipo.

Hay otras personas que mejoran su velocidad de ejecución gracias a su entrenamiento técnico, su entrenamiento de fuerza y su adaptación a niveles más exigentes. Ese sería el proceso natural, mejorar la velocidad individual gracias a entrenamiento sistemático y la exigencia competitiva.

Pero, al hablar de esa reducción del tiempo de tiro por categorías, no solo exige aumentar la velocidad individual del tiro, sino que exige aumentar la velocidad colectiva en la ocupación de los espacios, la velocidad de los pases para pasar al tirador, etc. Al subir de categorías no solo hablamos de la velocidad en la ejecución pura del tiro desde una perspectiva individual, sino de todos los detalles colectivos que permitirán ese lanzamiento.

En conclusión, en estas líneas he tratado de expresar mi punto de vista de cómo los entrenadores podemos controlar la carga de los entrenamientos a partir de la calidad de ejecución que exigimos a nuestros jugadores en cada una de las tareas que proponemos.

Las cuatro ideas más importantes, desde mi punto de vista, son: a) conocer a nuestros deportistas, saber cuál es su nivel actual y cuánto podemos exigirles; b) debemos tener claro cómo queremos que el equipo juegue y a qué velocidad queremos que juegue; c) necesitamos tener claro cuál es la velocidad óptima en la resolución de las tareas que presentamos en los entrenamientos; y, d) definir cuál es la pérdida de velocidad o calidad que estamos dispuestos a asumir en nuestros entrenamientos.

BIBLIOGRAFÍA

Bompa, T. O. (2016). Periodización. Teoría y metodología del entrenamiento. Editorial Hispano Europea.

Parlebas, P. Juegos, deporte y sociedad. Editorial Paidotribo.

Platonov, V. N. (2002). Teoría general del entrenamiento deportivo olímpico. Editorial Paidotribo.

Serna, J. (2014). Inteligencia motriz e inteligencia emocional en el baloncesto. 2014. Tesis Doctoral. Universitat de Lleida.

Verkhoshansky, Y. (2001). Teoría y metodología del entrenamiento deportivo. Editorial Paidotribo.