La soledad del entrenador, un artículo del entrenador aragonés Eduardo Gerique @EduGerique que hemos publicado en la Revista BASKETFAB 288 (27/04/22)
La soledad del entrenador
Solo hay una cosa que me guste más que dirigir entrenamientos y partidos, y es jugar.
Tras más de 25 años como entrenador de este maravilloso deporte, soy muy feliz enseñando, dirigiendo, gestionando grupos, formando, educando y sobre todo ayudando a que disfruten.
Pero sigo siendo jugador, y cada día con más ganas, aunque el físico no me acompañe. Y reconozco que los jugadores tenemos ese punto de egoísmo, que siempre queremos jugar más minutos, tocar más bola, lanzar más tiros… Nos fastidia cuando nos cambian, cuando no nos pasan o cuando nos hacen una falta que no es sancionada, pero nos cuesta mucho asumir nuestros errores.
En cambio, como entrenador estoy constantemente cuestionando mis decisiones, dando vueltas a la cabeza todo el día. Tras una derrota, vuelvo a casa repasando mentalmente todo el partido a ver en qué situaciones me he equivocado y qué podemos corregir en los próximos entrenamientos. Esa noche duermo poco y mal si la actuación ha sido humillante o si las cosas no han salido como esperaba o detecto que no he transmitido bien mis instrucciones. Cuando más sufro es cuando he sacado pocos minutos a un jugador.
Los sentimientos son muy diferentes cuando he estado en la otra situación, ejerciendo de jugador, que me he ido de farra con los compañeros, como hacen la mayoría, independientemente del resultado del partido y aunque haya jugado fatal.
Como jugador duermo a pierna suelta la noche de antes y la de después del partido. Como entrenador no pego ojo ninguna de las dos.
Acaba la temporada y los entrenadores damos varias charlas de agradecimiento a jugadores y seguidores, pero muy pocos se dirigen al entrenador con un simple “gracias”. En muchos casos no se han cumplido los objetivos, pero seguro que hemos puesto la mejor intención y esfuerzo.
Con el tiempo todos maduramos y vemos el pasado con perspectiva. Me alegra mucho ver a los entrenadores que tuve, y no me cansaré de agradecerles todo lo que hicieron por mí. Seguro que en su día los critiqué porque me gritaban o me sacaban menos de lo que quería, pero ahora los pondría en un altar. Y reconozco que muchos jugadores que entrené de jóvenes se han mostrado más cariñosos con el paso de los años, porque la madurez nos ayuda a valorar las cosas. Mi mayor satisfacción fue cuando uno me dijo que estuvo a punto de abandonar el baloncesto, hasta que aparecí en su vida y se volvió tan fanático como yo de este deporte.
Hay muy pocos entrenadores que se ganen la vida con este oficio. No sé qué les mueve a mis compañeros, pero mi principal motivación es que mis jugadores se diviertan. En algún momento que han jugado mal y vienen cabizbajos al banquillo les digo que no están aquí para aguantar broncas de un viejo entrenador que desde la banda lo ve todo más fácil. Les animo a que jueguen con soltura, en equipo, que cada uno aporte lo que mejor sabe hacer y ayude a los compañeros. Que me pueden decir con toda confianza si algo no lo entienden o no están de acuerdo, e intentaremos solucionarlo, pero no me gusta verlos disgustados.
Por supuesto que quiero ganar, y me pongo en su lugar porque ese mismo fin de semana también me toca a mí correr y meter canastas en otro pabellón a otra hora. Me hace gracia cuando me ponen las mismas excusas que pongo yo cuando defiendo mal, pero me fastidia que me las hagan creer sin reconocer su carencia. Con más de 40 años en las canchas he ejecutado el catálogo completo de pifias que uno puede realizar con un balón o sin él, así que confío en mi repertorio de consejos.
En resumen, que se buscan entrenadores en todos los clubes. Si te gusta mucho el basket, inténtalo, y si además tienes infinita paciencia y no te importa pasar noches en vela… vales para esto.