De Rodrigo a Carlos

UN ARTÍCULO DE SERGIO RUIZ ANTORAN @puertatras          Le temblaban las piernas. Quizá no fuera para tanto. Solo sea mi recuerdo turbado, melancólico y mentiroso. Puede que no fueran las garras, pero fijo que sí las neuronas. No era para menos. Diez mil pares de ojos clavados sobre su nuca. Era acudir al tiro libre y producirse un silencio tenebroso, rotundo y cruel, escena de intriga por celebrar una canasta como símbolo del renacer de una causa que se creía perdida: el éxito del canterano de toda la vida. A Rodrigo le cayó entonces, sobre esos rizos morenos de adolescente pardillo y (¿quién tuvo la idea?) sobre el dorsal diez de Pepe Arcega, el último estandarte, todas las toneladas de una herencia maldita.

Hace veinte años que no coincidían dos zaragozanos en una convocatoria de la selección española. Carlos Alocén será el decimoséptimo aragonés con la absoluta

Era 2002 cuando ese Rodrigo San Miguel tuvo que merendarse unas cucharadas de precoz condena que no merecía. Diecisiete años tenía, alumno del Doctor Azúa y después del Miguel Catalán, fama de base puntero de su generación, la misma que un Rudy Fernández que deslumbraba en la Penya, cuando se presentó el proyecto del Básket Zaragoza 2002 como renacimiento de la leyenda de la camiseta roja del CBZ, de los años de pabellones con nubes de tabaco, americanos que volaban por nuestros sueños y patios de colegio donde todos queríamos ser Arcega, Angulo o Zapata. Al pobre Rodrigo le tocó lidiar con esa nostalgia comunitaria, hermana de la ignorancia de un tiempo pasado que se había esfumado en los trapicheos de la globalización. Quizá por eso error de todos, esa nefasta gestión de los recuerdos, no ha vuelto a jugar a Zaragoza. Quizá por eso ya nunca volvió a jugar con ese dorsal. Ni tiene tantos rizos. Ni tiembla.

Ese mismo año, en 2002, hace, otra vez, diecisiete años, Carlitos cumplía dos de vida un 30 de diciembre. Y también con diecisiete años, ahora, ya Carlos, empezó la temporada con ficha de un equipo de la Liga Endesa, un chico de Zaragoza, de la cantera del club. Sin que le tiemblen las piernas ni las neuronas. Ni hoy ni cuando fue el tercer jugador más joven en debutar en ACB, o en esos veranos con las inferiores de la ‘Roja’ (oro Europeo U16), ni tampoco cuando encendió los focos de toda la Liga con quince puntos en quince minutos.

Ni nadie le pone la pierna encima, ni el peso de una historia comprendida ya que queda para cromos y libros de aniversario. Da gustito verle, a un chico de aquí con el equipo de aquí, pero nadie le imponemos dictaduras propias. Quizá ya se vea como un imposible, porque los ‘grandes’ fichan demasiado pronto, porque entre comunitarios y Cotonou no queda plaza en la plantilla para el vecino del quinto, porque quizá en los patios del colegio ya no quedan referentes, solo camisetas del Madrid, del Barcelona y alguna del Zaragoza de fútbol.

A Rodrigo y a Carlos les unen muchas cosas. Son bases. Buenos defensores. Les ha caído la cruz de que les falta tiro. Son monos, no lo vamos a negar, y tienen fama de buenos chicos, aplicados y estudiosos. Se han criado en colegios. Uno de Compañía de María. Otro del Doctor Azua. Comparten ese pasado. No sabemos si también futuro, porque eso no lo sabe nadie. Pero sí presente. Rodrigo y Carlos serán internacionales de la mano, volverán a ser dos de Zaragoza en la selección, después de muchos años, de esa otra época que cayó sobre los hombros de San Miguel y ahora se quita como si fuera otra mota de polvo este descarado Carlos Alocén.

Sergio Scariolo ha convocado al fenómeno del Tecnyconta para disputar las Ventana FIBA este mismo mes. Sellada la clasificación para el Mundial de China, los encuentros ante Letonia en Riga (22 de febrero) y frente a Turquía en Tenerife (25 de febrero) serán un regalo para la irrupción del talentoso aragonés y un reconocimiento más a la trayectoria de Rodrigo, un fijo en estas llamadas desde que hace un año incluyese su nombre y se diera el homenaje de debutar en el mismísimo pabellón Príncipe Felipe.

Carlos Alocén será el decimoséptimo aragonés en jugar con la camiseta de España. Esa es la cuenta que inicia Fernando Muscat, el original, el centro de Tobed que se colgó la plata del primer Europeo de Ginebra (1935) en una final, precisamente, ante Letonia.

Por el medio han pasado Emilio Galve, José María Pérez Loriente, José Luis Martínez, Alfonso Martínez, Lorenzo Alocén (nada que ver con Carlos ni con su padre Alberto), Javier Sanjuán, Julio Descartín, Jorge Guillén, Juan Antonio San Epifanio ‘Epi’, Fernando Arcega, Pepe Arcega, Paco Zapata, Alberto Angulo y Lucio Angulo.

Hace casi veinte años que no coincidían dos aragoneses en una convocatoria de España (masculina). Fueron los Angulo y en un Preolimpico del 2000. Antes, en el Europeo de 1987, en Grecia, se vivió una imagen única con cuatro mañicos en la selección: Epi, los Arcega y hasta Zapata. Añadan a Paco Binaburo como fisioterapeuta y ya tienen quinteto titular. Ahora esto sería imposible si contamos que en la Liga Endesa, además de Carlos y Rodrigo, sólo han jugado este curso Chema González (nacido en Zaragoza, pero criado en Madrid) y el júnior Jaime Pradilla.

Será difícil que coincidan en la pista, por razones de roles, aunque sería precioso por el simbolismo del relevo generacional y la efeméride histórica. Será casi imposible que lleguen al Mundial donde el desembarco de la NBA y la Euroliga será un tsunami para los obreros de la cancha. Sería maravilloso verlos de rojo zaragozano, enseñando Rodrigo a Carlos la sabiduría almacenada por tantas experiencias. Es fantástico el trabajo que durante años se ha hecho desde la cantera del Tecnyconta y el resto de clubes de Zaragoza que creen en la formación por el baloncesto. De ese curro sordo de todos y todas los que les han acompañado, unido a su talento, su físico y sus valores, mana este éxito de Rodrigo San Miguel y Carlos Alocén. Ellos deben disfrutarlo. Y nosotros de ellos. Porque nos representan a todos y nos llenan de orgullo a los que sentimos el baloncesto y Aragón como parte de nuestro ser.