Por Ana Mermejo @anamermejo
Hay jugadores que los querrías tener siempre en tu equipo; que les harías contrato indefinido porque, incluso cuando ya no estuvieran en condiciones de competir, contarías con ellos en tu grupo de trabajo. Son esos deportistas que suman puntos sin necesidad de meter canasta. Que tienen valoración positiva aunque no hayan cogido rebotes (normalmente también cogen rebotes). Aquellos que disfrutan y sufren en el banquillo animando a sus compañeros, quedándose afónicos el primer día del campeonato. Los mismos que salen a morir en pista cuando es su turno, sin importarles si quedan 7 minutos o 23 segundos; y encima también encuentran la manera de meter canasta, robar un balón o dar una asistencia en esos minutos.
Me refiero a estos jugadores que son conscientes de sus limitaciones pero no regalan nada al rival, juegan con valentía y defienden en cualquier circunstancia. Los que miran a sus compañeros con admiración pero se atreven a robarles el rebote en la rueda de tiro. Y sonríen traviesos. Saben lo afortunados que son al compartir vestuario con ellos. Valoran dónde están, agradecen formar parte de ese equipo. Se sienten orgullosos.
Este tipo de jugadores tendrán éxito hagan lo que hagan: decidan probar en el mundo profesional, estudiar una carrera… O ambas cosas. Porque cualquiera querrá tenerlos al lado. Para conseguir hacer historia no solo necesitas jugadores talentosos. También necesitas respirar “magia” en el ambiente, tener un equipo fiel. Este tipo de deportistas lo crean, lo contagian. Y si dejas que el talento y la confianza interactúen, pueden suceder experiencias extraordinarias.